miércoles, 27 de noviembre de 2013

La Alhambra de Granada (Mirador de Daraxa)

Alhambra, pintura de Adolf Seel, 1886.
Siglos XIII al XIV.

El conjunto militar y palaciego granadino se sitúa sobre un cerro enfrentado al que acoge uno de los más populosos arrabales de la capital nazarí, el Albayzín. Entre ellos el río Darro ha excavado profundamente, abriéndose camino hasta el Genil, en cuya vega se levanta el resto de la ciudad. En 889 hay en este lugar una fortaleza denominada al-amra (la roja, por el color de sus muros) pero la alcazaba se sitúa en el Albayzín, un cerro gemelo al otro lado del Darro. En 1237 Muhammad I conquista Granada, se instale en la Alhambra, y crea el último reino andalusí. Quedará a salvo de las conquistas cristianas del siglo XIII gracias a su vasallaje a Castilla, que sin embargo será roto por sus sucesores. El conjunto de la Alhambra es de grandes dimensiones, y se compone de diversos programas constructivos diferenciados. Todavía hoy no ha sido excavado en su totalidad. Además, las restauraciones llevadas a cabo desde el siglo XIX no han sido siempre muy acertadas, a pesar de lo cual continúa siendo uno de los monumentos capitales del arte islámico y universal.



Alcazaba. Estructura defensiva, se construye entre 1248 y 1253 por Muhammad I. Se usan materiales baratos: argamasa para los muros y ladrillo para los pilares, arcos y bóvedas. Consta de recintos exterior e interior. Éste último es más elevado, posee torres como las del Homenaje y de la Vela, y se han excavado en él las cimentaciones de un barrio castrense con su correspondiente patio de armas. Paralelamente, Muhammad I realiza la traída de aguas por medio de la Acequia Real.

El Partal. Es la construcción palaciega más antigua conservada, y data del reinado de Muhammad III (1302-1309). Presenta la característica tipología del palacio sin patio: pabellón porticado  abierto a cuidados jardines. Aprovecha una torre del conjunto defensivo, la de las Damas.

Baños reales. Corresponde a la época de Ismail I (1314-25). Cuando más tarde se construyan los palacios de Comares y de los Leones, lo harán en torno a estos baños. La sala de las Camas es una estancia cuadrada con linterna que apea en cuatro columnas. Está rodeada por cuatro espacios rectangulares, con pequeñas alcobas en dos de sus lados, abiertas en arcos gemelos y con un poyo alto (las “camas”). Servían como vestuarios y salas de masajes, y posee una rica decoración, totalmente rehecha en la parte superior durante el siglo XIX. A continuación se disponen tres salas calientes, un tepidario y dos caldarios. Son mucho más funcionales y, por tanto, poseen menos elementos decorativos. Están cubiertos por bóveda con claraboyas cenitales estrelladas en las bóvedas, y presentan pilas para inmersión. El alicatado corresponde a una época posterior (s. XVI).
 
Palacio de Comares
. El Torreón de Comares es obra de Yusuf I (1333–1354), y cumplía una doble función, militar (torreón defensivo) y palaciega (pabellón real rodeado de jardines). Tiene planta cuadrada y muros muy gruesos, y alcanza los 40 metros de altura. Destaca el salón de Embajadores, que ocupa toda la planta noble. En el hueco central del lado norte, abierto hacia el Darro y el Albayzín, se encontraba el trono real. La exquisita decoración estaba diseñada para impresionar a los que accedieran a la presencia de Yusuf: sobre un zócalo alicatado con lacerías e inscripciones, grandes paneles de yeso tallado y polícromo. El salón culmina con la espléndida techumbre de madera a modo de bóveda esquifada (de paños curvos), en torno a un cubo de mocárabes: representa el cielo islámico, los siete círculos concéntricos de los astros.
La zona propiamente administrativa fue destruida, como la mezquita pública, o ha quedado desnaturalizada. Es el caso del mexuar (sala para las reuniones de los visires o ministros), convertida en capilla por Carlos I. En el Patio del Cuarto Dorado queda la fachada monumental de Muhammad V (1354-59 y 1362-91). Posee un alero de madera muy volado, bajo el que el rey impartiría justicia. Hay dos puertas idénticas, paso a la zona residencial y al patio de los arrayanes.
El Patio de la Alberca o de los Arrayanes fue construido por el mismo Muhammad V, y es rectangular con eje norte-sur. En los lados mayores se abren puertas que comunican con las cuatro viviendas privadas de las esposas legítimas del sultán. Los lados cortos, en cambio, presentan pórticos formados por siete arcos de medio punto peraltados. Sobre ellos, decoración en paños de sebka. El lado sur comunicaba con las habitaciones del príncipe heredero, pero resultaron afectadas por la construcción del palacios de Carlos I. El pórtico norte da pasa a la sala de la Barca y a otras dos menores contiguas. Son las habitaciones privadas del sultán, y poseen una característica bóveda aquillada, con abundante uso de los mocárabes. A través de ellas se accede al torreón de Comares.
Salón de Embajadores
Patio del Cuarto Dorado
Patio de los Arrayanes
Palacio de los Leones. En lo fundamental es también resultado de la labor constructiva de Muhammad V, que lo concibe como un palacio de reposo, con entrada independiente (desaparecida en el siglo XVI).
El Patio de los Leones es rectangular con orientación E–O. En el centro presenta una fuente que aprovecha doce leones de época califal y taifal (s. X-XI) como soporte de una taza decorada con un poema del siglo XIV. En la fuente confluyen cuatro corrientes de agua que dividen el patio en  sectores, en referencia de origen persa al paraíso musulmán. Un pórtico de arcos de medio punto peraltados con variada decoración (paños de sebka, ataurique, inscripciones…) rodea totalmente el patio. En los lados cortos sobresalen pabellones formados por estilizados arcos de mocárabes.
En torno al patio se localizan los siguientes espacios: al este, la sala de los Reyes (cuyas techumbres abovedadas están recubiertas de cuero pintado en estilo gótico y atribuidas a pintores italianos; se representa a diez personajes musulmanes sentados en la alcoba central, y escenas de cacería y del castillo del amor en las laterales); al sur la sala de los Abencerrajes (con cúpula de mocárabes con forma de estrella de ocho puntas); al oeste la sala de los Mocárabes; al norte la sala de las Dos Hermanas (con cúpula de mocárabes octogonal). Desde esta última se accede a la Sala de los Ajimeces, cuyo nombre lo recibe de sus dos ventanas (a izquierda y derecha) partidas por una columnita. Y entre ambas ventanas se pasa al Mirador de Lindaraja.
Patio de los Leones
Sala de los Reyes
Sala de los Reyes
Sala de Dos Hermanas
Sala de Dos Hermanas
Otras zonas. Uno de los últimos conjuntos islámicos lo constituyó el palacio de Yusuf III (1408-17), que no ha llegado a nuestros días. El Generalife no es parte de la Alhambra, ya que se encuentra en el cercano cerro del Sol. Conjunto totalmente independiente, era una villa de descanso para los reyes nazaríes. Se inició en tiempos de Muhammad II (1273-1302).


Mirador de Lindaraja

Es un pequeño aposento rectangular abierto al jardín de la misma denominación, en el Palacio de los Leones. Su nombre (y sus variantes: Daraxa, Lindaraxa) parecen proceder de la favorita de Muhammad V llamada Aixa, de donde ayn dar Aisa, ojo del cuarto de Aisa. El arco de entrada posee un zócalo alicatado de azulejos recortados, formando composiciones geométricas en las que se combinan polígonos y estrellas. Termina con una faja con un poema laudatorio de Muhammad V.

En cada una de las tres paredes restantes hay una ventana. La central (ajimez) es más ancha y se compone de dos arcos gemelos, de medio punto y festoneados en el intradós. Se apoyan en columnitas anilladas de mármol con capitel cúbico, con decoración de atauriques y meandros; la de en medio es exenta, y adosadas las otras dos. El conjunto está inscrito en un arco de mocárabes. Las ventanas laterales son similares pero de un solo arco.

Los muros interiores poseen un zócalo alicatado con lacerías similar al de las jambas del arco de entrada, pero menos rico. Sobre él, una exuberante decoración en estuco, con variedad de formas decorativas: ataurique en las albanegas de los arcos, lacería sobre los arcos, cartuchos y polígonos con inscripciones, mocárabes… Culmina en una serie de arquillos ciegos, que soportan un friso con la omnipresente frase, lema de los reyes nazaríes, وَ لاَ غـَـلِـبٌ إلاَ اللـَّه (wa lā gāliba illā-llāh), «sólo Dios es el vencedor».

La techumbre, recientemente restaurada, es una armadura de madera de pino, en forma de artesa invertida, con cristales coloreados, que proporcionaba iluminación cenital. Posiblemente muchas ventanas de los distintos palacios disponían de celosías de estructura semejante que no se han conservado.

Desde los alféizares de las ventanas, muy bajos, se podía contemplar originariamente el bosque de la Alhambra, el valle del Darro, el barrio del Albayzín. Sin embargo, la construcción de las habitaciones de Carlos I al otro lado del jardín de Daraxa obstaculizó esta panorámica.

Vista desde el Jardín de Lindaraja.
Desde la Sala de Dos Hermanas
El arco de acceso
El mirador
Vista de conjunto
Yeserías y alicatados
Modelo del alicatado
Visto desde el exterior



Y para disfrutar más...

Nuestra percepción de la Alhambra debe mucho a la de los escritores y artistas románticos que en el siglo XIX la descubrieron, recrearon, mitificaron y divulgaron por todo el mundo. Uno de los primeros fue el norteamericano Washington Irving, al que en sus Cuentos de la Alhambra (1829) se le desbocaba así la imaginación al describir la zona del palacio que acabamos de analizar:

«A un lado del patio (de los Leones) hay un pórtico ricamente adornado, que abre paso a un hermoso salón embaldosado de mármol blanco, y que se llama la Sala de las Dos Hermanas. Una cúpula o tragaluz da entrada por la parte superior a una moderada claridad y a una fresca corriente de aire. La parte baja de las paredes hállase ornamentada con hermosos azulejos morunos, en algunos de los cuales se representan los escudos de los monarcas moros. La parte superior está adornada con delicados trajes en estuco, inventados en Damasco, y consisten en grandes placas vaciadas a molde y artificiosamente unidas, de tal modo, que parecen haber sido caprichosamente modeladas a mano en medio relieve, y elegantes arabescos entremezclados con textos del Corán y poéticas inscripciones en caracteres árabes y cúficos. Estos adornos de las paredes y cúpulas están ricamente dorados, y los intersticios pintados con lapislázuli y otros brillantes y persistentes colores. En cada lado de la sala hay departamentos para las otomanas y los lechos, y, encima de un pórtico interior, un balcón que comunica con el departamento de las mujeres. Existen todavía las celosías, desde donde las beldades de los ojos negros del harén podían mirar sin ser vistas los festines de la sala de abajo. Es imposible el contemplar este departamento, que fue en otro tiempo la mansión favorita de los placeres orientales, sin sentir los primitivos recuerdos de la historia árabe y casi esperando ver el blanco brazo de alguna misteriosa princesa haciendo señas desde el balcón o algunos ojos negros brillando por detrás de la celosía. La morada de la belleza está allí, como si hubiese estado habitada recientemente; pero ¿dónde están las Zoraydas y Lindarajas?»

 Es ésta una buena ocasión para leer este delicioso libro, que aúna las descripciones propias de un libro de viajes, con la invención de leyendas de aparecidos, de tesoros escondidos, infantas encerradas y restante parafernalia romántica heredada de Las Mil y Una Noches. Puedes descargarlo con este enlace.


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