jueves, 13 de febrero de 2014

Botticelli: El nacimiento de Venus

Venus de Medici, inspirada en la Afrodita de Cnido de Praxíteles

Temple sobre lienzo. 1,72 por 2,78 metros. 1478. Galería de los Uffizi (Florencia).

Encargo de Lorenzo de Pierfrancesco de Médicis, protector de Américo Vespucio, representa a Venus que emerge del mar sobre una concha impulsada por Céfiro y Cloris, entre una lluvia de rosas, flor característica de la diosa. A punto de salir a la costa, una de las Horas (la primavera) la recibe con una capa púrpura. La fuente última del episodio es el relato de Hesíodo (siglo VIII a.C.). Urano ha sido castrado por su hijo Cronos con la ayuda de su madre Gea:

«Los genitales, desde el instante en que los cercenó con el acero y los arrojó lejos del continente en el tempetuoso ponto, fueron llevados por el piélago durante mucho tiempo. A su alrededor surgía del miembro inmortal una blanca espuma y en medio de ella nació una doncella. Primero navegó hacia la divina Citera y desde allí se dirigió después a Chipre rodeada de corrientes. Salió del mar la augusta y bella diosa, y bajo sus delicados pies crecía la hierba en torno. Afrodita la llaman los dioses y hombres, porque nació en medio de la espuma, y también Citerea, porque se dirigió a Citera. Ciprogénea, porque nació en Chipre de muchas olas.» (Hesíodo, Teogonía, 188-200).

Sin embargo, posee un significado más profundo, según el característico pensamiento del neoplatónico Marsilio Ficino, muy influyente en la Florencia de la segunda mitad del siglo XV. Como hija de Urano, el cielo, Venus representa el amor celeste, y como tal su belleza nace de la unión del espíritu con la materia, de la idea con la naturaleza. Y en el intento de unir mitología, filosofía de Platón y dogma cristiano, simboliza el nacimiento del alma a Dios por medio de las aguas del bautismo. Por tanto la obra no exalta solamente la belleza física sino también la espiritual.

El eje de la composición es Venus, y el grupo de los céfiros se equilibra en diagonal con la Hora de la derecha, generando un movimiento armonioso. La diosa aparece en la típica pose de Venus púdica, tan utilizada desde tiempos de Praxíteles, pero Bottticelli le da su característico ritmo sinuoso. Su belleza hace que olvidemos algunos elementos problemáticos del dibujo, como el engarce del brazo izquierdo con el torso, el largo cuello o la caída de los hombros. En realidad son libertades que se ha tomado el artista para lograr una silueta más armónica y graciosa.

El escenario, en cambio, tiene una importancia muy inferior. Una horizontal en alto marca el encuentro entre mar y cielo y es el contrapunto a la verticalidad de los troncos de los naranjos; la costa es una línea quebrada y unas simplificadas uves sugieren el movimiento del mar. La línea predomina sobre el volumen, que se modela con un suave sombreado.

El brillo marmóreo de los personajes (tanto en cuerpos como en vestiduras) contrasta con el verde azulado del fondo. La luz cenital, por su parte, acentúa la sensación de inmaterialidad.

El nacimiento de Venus
La difícil tarea de reproducir acertadamente el color...
Venus
Detalle
Los céfiros
La Hora
Detalle
El mar y las rosas
Los naranjos

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