viernes, 7 de marzo de 2014

Velázquez: Retrato ecuestre del Conde Duque de Olivares

Velázquez, Autorretrato

Óleo sobre lienzo. 313 por 239 cm. 1634. Museo del Prado, Madrid.

Felipe IV, al subir al trono en 1621, nombra primer ministro a Don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares, al que le concede el título ducal. Fue valido del rey durante más de veinte años, durante los que intenta modernizar e unificar la extensa monarquía hispánica, hasta la grave crisis de 1640. Este retrato corresponde a la época de mayor apogeo de su poder.

Aparece sobre un caballo bayo, de perfil, y mirando al frente, como si se alejase de nosotros en una postura totalmente escorzada. Muy significativo es el hecho de que el jinete obliga al caballo a alzar las manos en posición de corveta, disposición que se suele reservar a los personajes reales. Parece que se dirigen al campo de batalla, que se adivina al fondo. No fue hombre de armas Olivares, pero como primer ministro era considerado el artífice de los éxitos militares de la monarquía.

Don Gaspar lleva armadura negra recamada en oro, sobre la que destaca la banda carmesí de general, a la vez que sostiene en la mano derecha un bastón o bengala que simboliza el mando militar. La cabeza de Olivares está intensamente marcada y representa en el cuadro el punto de mayor luminosidad. Los rasgos del rostro son definidos de modo incisivo.

El fondo del paisaje está interpretado con una gama de verdes y grises, tan característicos de la producción velazqueña. En el horizonte se podría decir que pintan el cielo y tierra en su infinitud; y ello sin discordancia ambiental, en una íntima fusión. Todo aparece cohesionado en el mismo ambiente emotivo y pictórico. El cielo se ha oscurecido con un humo gris azulado que se eleva de una ciudad en llamas.







Copia, Nueva York
Portada de revista mexicana

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